miércoles, 9 de diciembre de 2009

¿Qué apostamos?


Aún no se ha regulado a nivel estatal el negocio de las apuestas y ya tenemos los primeros síntomas de lo que puede suponer esta modalidad de juego para las diferentes competiciones deportivas de nuestro país. El Comité de Competición a instancias de la UEFA ha abierto un expediente sancionador al Rayo Vallecano, la Unión Deportiva Las Palmas y a siete jugadores profesionales por su presunta implicación en apuestas ilegales.
Hasta ahora a nadie le habría extrañado el entorno del partido de la penúltima jornada de la Liga Adelante 2008-2009, en el que al equipo canario le bastaba con no perder y al club de Vallecas, que no se jugaba nada, le esperaba como premio que su portero se adjudicase el trofeo Zamora, siempre que no encajase ningún tanto. Ese entorno propiciaba que ambos equipos estuvieran objetivamente interesados en no recibir ningún gol. Es decir, no encajando goles ambos equipos ganaban, que es a lo que están obligados desde el punto de vista deportivo: A nadie se le puede obligar a ir contra sus intereses. Esta situación no es nada nueva, se da en diferentes deportes y campeonatos del máximo nivel. Me refiero al hecho de que cuando ganar no es exactamente lo mismo que obtener la victoria. Así, en los últimos campeonatos mundiales y europeos, tanto de fútbol como de baloncesto, hemos asistido a resultados extraordinariamente llamativos, que sin valorar en si están previamente determinados o no, parecen tener como objetivo evitar cruces con rivales indeseados en posteriores eliminatorias. Es tan solo un ejemplo.
Pero volvamos al partido objeto de la sospecha. El escritor uruguayo Eduardo Galeano, hizo famosa la frase de que “el gol es un estado de ánimo” que luego amplió el actual director general del Real Madrid Jorge Valdano, a “el fútbol es un estado de ánimo”. Pues bien, los aficionados de la U.D. Las Palmas celebraron como una victoria empatar con el Rayo y a los de este último, les alegró más el resultado final, que si hubiesen ganado por un intrascendente 1-2. Tan evidente era el estado de ánimo con el afrontaban el encuentro ambos equipos, dentro de lo que es la lógica de la competición deportiva, que al aparecer un número mayor de apostantes de lo habitual decidieron apostar al 0-0. Un resultado esperado aunque no existiesen las apuestas. ¡Desde luego no hace falta ser futbolista para llegar semejante conclusiones¡
Quiero decir con todo esto, que lo que hace tan solo un par de años a todos nos hubiera parecido normal, ahora gracias a la existencia de apuestas singulares sobre partidos concretos está sujeto a una especial sospecha. Todo porque aparece un nuevo actor ajeno a lo que es la competición deportiva, las casas de apuestas, como un tercer elemento interesado objetivamente en los resultados. No son empresas cualquiera sino empresas multinacionales, con una cifra de negocio por año de 350 millones de euros entre apuestas presenciales e internet, que en 2012 pueden incrementarlo hasta 800 millones de euros y que ya han puesto en marcha diferentes instrumentos de presión a favor de sus intereses. De momento funciona en nuestro país la Asociación Española de Apostantes por Internet (AEDAPI), que se presenta como “una entidad independiente y sin ánimo de lucro cuyo objetivo principal es fomentar una regulación positiva que permita un mercado liberalizado y abierto de las apuestas deportivas por internet sin fronteras y con libre competencia”. (Sic). Como no creo que este tipo de asociaciones se constituyan en las clínicas donde se tratan a miles de ludópatas de toda España, me inclino porque este tipo de organizaciones se fomentan desde las propias casas de apuestas.
La pregunta es: ¿Alcanzará tal relevancia el negocio de las apuestas que termine por distorsionar por completo la competición deportiva?. No es un tema baladí, porque sin ir más lejos el cine americano ha reflejado cientos de historias de amaños relacionados con las apuestas relacionadas con el boxeo y las carreras de caballos, de tal manera que estas actividades están hoy completamente desprestigiadas desde el punto de vista deportivo. Más cercano es el escándalo del calcio por el que descendió un histórico como la Juventus y la actual investigación de la UEFA en la que se sospecha de más de doscientos partidos supuestamente amañados. Por lo tanto, de cara a una futura regulación de las apuestas deportivas, que al día de hoy funcionan gracias a modelos de concesión o simple autorización de las comunidades autónomas, sin que se haya desarrollado una regulación nacional tal como se prevé en la Disposición Adicional Vigésima de la LISI, hay que tomar medidas que salvaguarden la pureza de la competición, los intereses del Estado y los de los usuarios.
La primera es determinar un régimen de incompatibilidades entre la condición de parte deportiva interesada y apostante. Además de perseguir y sancionar a los que amañen resultados, se trataría de impedir que nadie relacionado con la competición pueda apostar. Estoy convencido de que ningún jugador de la UD Las Palmas y del Rayo Vallecano han participado en el amaño del resultado objeto de la sospecha, porque no ha existido al ser completamente innecesario. Pero el hecho de haber apostado es repudiable desde el punto de vista ético y tendrían que ser los clubes, con independencia de las responsabilidades que otras jurisdicciones determinen, quienes apliquen sanciones severas a aquellos jugadores a los que se pueda probar su implicación.
La segunda, sería prohibir las apuestas singulares sobre partidos concretos. No se trata de defender a ultranza el antiguo monopolio de la quiniela, pero para evitar la distorsión de la competición deportiva en base a una mayor facilidad para influir en un solo resultado, sería necesario que las apuestas tuviesen que ser combinadas con al menos cinco encuentros de la misma competición. Y si esto no fuese posible por las directivas comunitarias, prohibir al menos, las apuestas sobre las dos últimas jornadas de la competición.
Por último, a ningún medio informativo le llama la atención que algunos equipos de futbol, entre ellos el primero del país, estén patrocinados por casas de apuestas. A mi sí. En las apuestas hay dos clases de apostantes: Una, los que apuestan por un resultado (los usuarios) y otra, los que apuestan porque no se produzca (la casa de apuestas). Habría que evitar el riesgo de que en el futuro nos intereses económicos y deportivos de patrocinados y patrocinadores coincidiesen de tal manera, que diesen lugar al arreglo de un resultado deportivo. De momento habrá que confiar en la UNICEF.