martes, 6 de abril de 2010

Epílogo en el centro de la Tierra

En lengua quechua, Quit, significa el centro; lo que quiere decir, que los pueblos originarios del Ecuador tenian hace más de mil años, unos conocimientos de astronomía muy superiores a los de los occidentales. Sin embargo, muy cerca de aquí hay un falso "centro de la Tierra", una especie de parque temático, donde se rinde homenaje a las expediciones de científicos europeos, que hace tan solo dos siglos pasado ubicaron aquí el ombligo del mundo. Es tan solo un ejemplo de la colonización cultural que han sufrido estos pueblos. Tras sobrevolar el altiplano boliviano y el lago Tititaca, he llegado a esta ciudad, punto final del viaje.
Los compañeros de CORPANP (Corporación de Productores Audiovisuales de las Nacionalidades y Pueblos del Ecuador), me tenián programado un viaje a la zona de Otavalo, una ciudad emblemática de la cultura originaria en el Ecuador. Por ser domingo no era día de marcado, así que nos hemos encaminado al lago Cuidocha, sobre el cráter de un volcán, entre las montañas de Imbabura y Cotocachi. Un lugar sagrado donde se dice que bajo sus aguas yace el Arco Iris. Ha sido un rencuentro con el mundo andino que dejé en Bolivia. Los quechuas se han mantenido mayoritariamente al margen de los estados fundados en 1810 por los descendientes de los europeos y mantienen vivas sus tradiciones. Su actividad económica se limita a la agricultura, la ganadería y la artesanía. Muchos jóvenes militan activamente en un movimiento político-cultural que trata de hacer frente a la amenaza que supone para ellos la globalización.
De regreso a Quito he comprobado nuevamente que su centro histórico es uno de los más bellos y mejor conservados de Amércia Latina. Es además una ciudad limpia y bien organizada que, asimismo, ha destinado importantes recursos en los últimos años a la rehabilitación de barrios enteros, entre los que sobresale La Ronda, un antiguo lugar urbanísticamente deprimido y convertido hoy en un lugar de bares y restaurantes realmente agradable. Es conocida como la Florencia de América Latina, por la importancia de sus monumentos, construidos principalmente por las órdenes religiosas. La importancia de la Iglesia Católica en la moderna historia de Quito es patente. También es conocida como la ciudad de las leyendas, casi todas propagadas por la Iglesia, para llevar a los infieles por los caminos de la santidad. No por ello no dejan de ser divertidas.
Especialmente llamativas me han parecido dos: La de Cantuña y la del Padre Almeida. El primero era un indio, hijo de un oficial de Rumiñaui que fué proahijado por el conquistador Hernán Suárez, tras la destrucción de Quito. Según la leyenda, conocedores ambos de donde estaba oculto el tesoro de Atahualpa, se dedicaron a hacer obras de caridad y edificaron la capilla que se enuentra en un extremo de la Iglesia de San Francisco. Para evitar sospechas, decidieron que lo mejor era decir que Cantuña había vendido su alma al diablo a cambio de la construcción del templo. La gente lo creyó, dada la extraordinaria fealdad del indio. Finalmente, para deshacer el entuerto y como en verdad Cantuña tuvo una vida muy religiosa, argumentaron que el diablo no había cumplido su palabra, porque le falto poner el último ladrillo de la capilla. La del Padre Almeida, trata de un cura hijo de una noble familia quiteña, amigo de la juerga y la bebida, que se escaba todas las noches del convento, por una ventana y apoyándándose del brazo de un crucifijo. Siempre la imagen del Cristo le inquiría, ¿Hasta cuándo Padre Almeida?, a lo que invariablemente respondía el clérigo, ¿Hasta la vuelta señor?. Así, hasta que un día de regreso de sus frascachelas, Almeida presenció por la calle su propio entierro. El desenlace es fácil de imaginar, el cura abandonó su licenciosa vida y se entrego a otra espiritual, de oración y limosna.
Pero volvamos al motivo de mi viaje, hoy se ha inaugurado la Escuela de Comunicación de la CORPANP y la puesta en común de este proyecto con los que se están desarrollando en otros puntos Amércia Latina y en Tele K. Con ello se pone fin a la misión que me ha traido hasta estas tierras. Creo que hemos dado un fuerte impulso a la comunicación popular dotando de recursos imprescindibles para que pueblos y comunidades puedan construir sus propias emisoras y escuelas. Unos instrumentos necesarios para hecer frente a la uniformización de un mundo globalizado por la tiranía de los mercados financieros. Estamos tejiendo una red horizontal, cada vez más amplia, que no es sino un embrión de una alternativa al mercantilismo de la comunicación convencional. Por mi parte, regreso un poco menos ignorante y ávido de conocer las últimas novedades del caso gürtel.

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