domingo, 11 de abril de 2010

La humanidad a vista de pájaro

Si vuelas durante unos días, miles de kilómetros, puedes alcanzar la sensación de que el mundo se ha hecho muy pequeño. A tal conclusión he llegado después de viajar hasta América Latina recorriendo cinco países y observando realidades diferentes de un mundo cada vez más global y más poblado. Mirar el planeta desde arriba da una mayor perspectiva de las cosas que luego observas y conoces a ras del suelo. La especie humana se enfrenta a los mayores desafíos desde que el homo erectus apareciera en Africa hace casi dos millones de años. La explosión demográfica y la concentración de la población en grandes urbes es el origen de un sinfín de problemas que pone en riesgo nuestra supervivencia. Hemos alcanzado durante la primera década del milenio la cifra de 7.000 millones de seres humanos, que se convertirán en más 9.000 millones en 2.050. Hoy la mitad de esta inmensa población se concentra en áreas urbanas, pero dentro de 20 años, el porcentaje de personas que vivirán en las grandes ciudades puede ser del 70 u 80 por ciento.
En 1992, casi 2.000 científicos publicaron un texto, "Una advertencia de los científicos del mundo a la humanidad", en el que describen las consecuencias del espectacular crecimiento de la población sobre el aire, el agua, las demás especies vivas, el clima o la producción de los alimentos necesarios para bastecerla. Muy poco a nada se ha hecho desde entonces. El mundo ha seguido caminando por una orgía de consumo insostenible, alimentado en gran parte gracias al crédito de un capital financiero, del que dependen estados y personas. El binomio política-economía que ha regido el mundo en los últimos doscientos años, ha derivado en esta deformación que pone nuestro destino en manos de especuladores que representan un poder tan determinante como irresponsable y ausente del más mínimo control democrático.
En mi periplo he sido testigo de las enormes limitaciones, que en este contexto tiene una acción política de izquierda clásica, tan sincera y honesta como la que se está desarrollando en Bolivia. Los avances no pasan de gestos símbólicos, en relación con la reparación de injusticias endémicas como las que vienen sufriendo los pueblos de esa parte del mundo. Pero, el poder económico sigue en manos de los mercados financieros mundiales y de las élites que les representan. Mientras tanto la emancipación ecónomica y social de una población mayoritariamente empobrecida ni se vislumbra. Este es solo un ejemplo, de la ineficacia de la acción política que tienen como referentes los actuales estados-nación y la gestión del estrecho margen de maniobra que deja una economía globalizada.
La izquierda heredera de la tradición de la Ilustración y las ideas socialistas ha dejado de ser de "izquierdas", ya que su proyecto político se basa en el acceso al poder político con el fin de ejercer el control de la economía, en un ámbito político determinado como es un Estado. Ha perdido la perspectiva de la historia. Un proyecto de izquierdas en la actual disyuntiva, tiene que ser otro distinto, que se proponga en primerísimo plano preservar el futuro de la especie humana y de su ecosistema. Para ello hay que romper el cordón umbilical que une a la política con la economía y sustituir a esta última por la ciencia y el conocimiento. Las grandes idéas que han guiado al mundo en el periodo histórico que se abre con la Revolución Francesa, como son el liberalismo y el socialismo, responden a una visión histórica de un crecimiento y progreso de la humanidad ilimitado. Es el momento de caminar hacia un síntesis superadora de las dos grandes ideologías del siglo XIX. Ambas contienen los rasgos más determinantes de la especie humana, los que nos diferencian del resto de los animales vivos, como son nuestras facultades para razonar y para cooperar entre sí. Ellas son las que pueden salvar a nuestra especie, las que tendrán que confrontarse con una antítesis engendrada por el lado oscuro del ser humano: los nacionalismos, el fanatismo religioso y la ambición desmedida de dinero y de poder. Los humanos ansiarán ser cada vez más sabios, en lugar de ser cada vez más ricos.
Urge un impulso universal en favor de la creación de una autoridad mundial efectiva, que sustituya a la actual ONU y en contra del poder cada vez menos disimulado del G-20 y de los llamados mercados financieros. Una Federación Mundial, de la que emane una declaración universal de derechos y obligaciones de la humanidad, a la que quedarían subordinados todos los Estados de la Tierra y cuyo garante sería un instituto integrado por los principales ciéntificos de todo el mundo. Estos instrumentos quedarían emplazados para elaborar un Plan de Sostenibilidad Humana, que incluiría medidas eficaces para luchar contra la pobreza, la superpoblación, el cambio climático y en favor de una fiscalidad mundial, del desarme multilateral y de la extensión de los derechos humanos hasta el último confín del Planeta. Avanzaríamos hacia lo que Rifkin llama una civilización empática donde nos identificaríamos como especie y no en razón de las identidades nacionales que se han ido construyendo a lo largo de la historia. Se desplegaría una Administración Mundial integrada por un porcentaje de recursos y funcionarios que de forma obligatoria tendrían que ceder los estados , además de, por supuesto, por un cuerpo de voluntarios que vaciarían las actuales ONG por innecesarias.
Se garantizaría, por contra, el derecho a la propiedad individual, ya que si vemos el ahinco con el algunos de los que hemos venido defendiendo el socialismo, nos aferramos a un simple bolígrafo, llegaremos a la conclusión de que el apego a la propiedad es consustancial con la evolución social del ser humano. Se respetaría el mercado, forma de intercambio de productos anterior al capitalismo- que surge poco después que la agricultura y la ganadería- por haberse demostrado como más eficaz que la planficiación central, a la hora de a asignar y distribuir los recursos. Asimismo, se estimularía la capacidad de emprender, esto es de montar negocios, como aspecto positivo de una sociedad libre, abierta y creativa. Porque lo importante, es que la economía esté supeditada al interés general de la humanidad determinado por criterios científicos; de esta manera, serán necesarios impuestos sobre los patrimonios y las transacciones comerciales, así como, la expropiación universal del capital especulativo y la exclusión de la lógica del mercado de las entidades financieras y los servicios públicos esenciales. Al día de hoy sería imposible pronosticar el carácter de la económía resultante de este salto histórico. Seamos más prácticos y menos deterministas.
Los estados tendrán una soberanía limitada, pero no por un poder irresponsable y oculto como sucede ahora. Las personas podrán organizarse en redes sociales y decidir de manera directa y sin intermediarios, sobre las grandes cuestiones que plantee el devenir histórico y la comunidad ciéntifica. Liberados de los estados nacionales, que quedarían relegados al papel de simples administradores de los designios de una Federación Mundial, la gente volverá a la comunidad urbana  o a la comunidad rural, como ámbitos sustanciales de participación política.
Este mundialismo cooperativo que propongo, sería consecuencia de un movimiento de la opinión pública universal, que tendrá que movilizarse y organizarse en pos de su propia supervivencia. Se tratará de un nuevo impulso útopico y razonable, tan utópico como lo fueron en su dia las idéas que han hecho moverse al mundo. En definitiva hay que cerrar una era antes de perecer con ella. Descansaríamos más tranquilos si el futuro de nuestros hijos estuviera en manos de seres humanos como Cynthia Kenyon, Stephen Hawking, Jared Diamond, Joaquín Araujo, Richard Sennet o Amartya Sen, en lugar de los protagonistas de la foto familiar del G-20.

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